Acompáñame en mi silencio

martes, 16 de abril de 2013

Los espejos clandestinos (Antítesis del artículo "Cuando sepas de mí" R.M.)


   Si vuelvo a saber de ti, disimularé. Guardaré el mayor secreto, que fue conocerte, no diré que compartimos cama en más de una ocasión, no les explicaré lo que fuiste para mí, ni que aún sueño lo que podríamos haber  sido. En primer lugar, porque jamás me iban a creer. Pensaran que exagero, que se nos fue de las manos, que nada ni nadie pueda haber sido tan verdad ni tan intenso. Una vez más, me dirán loca, se reirían de mí si se enterasen. Mientras, me empujan a seguir con mi vida, que es la forma en la que piensan que te olvidaré.

   Cuando sepa de ti, me callaré y sonreiré, no preguntaré nada y me giraré, como si me acabaran de pegar una bofetada en la cara, una vez más. Si te va mal, lo sabré, me lo dirán y me lo recordarán. Y con todos los detalles que me dañarán más a mí que a ti. Poco a poco, vendrán pequeñas lluvias a mis jardines con historias tuyas, pedacitos de recuerdos clavados en la única montaña del mundo sobre la que ya nunca veré el sol. Y si te va bien, me alegraré por los dos, tardaré poco en saberlo, por eso no me preocupo. (Siento que te irá bien, porque eres de esas personas a las que la vida les sería aún más injusta si les fuse mal y confío en que eso no puede ser, porque hay que equilibrar de algún modo). Me convencerán de que no soy la misma persona alegre sabiendo de tus éxitos, utilizarán esas palabras como alcohol para mis heridas. Nunca creí en un rumor, no lo haré ahora, y menos ese que viene a destiempo, inconexo y sin fundamento.
Qué sabrán esas personas de mi alegría. A ti, que te la regalé por completo y jugamos a reírnos de ella. Estas personas no tienen ni puta idea de nada.
Por dónde iba…
Bueno, nadie sabe lo que me pasa por mis órganos vitales cuando sé de ti. Nadie puede ni debe saber nada. Siento el dolor de esa ecuación que creí resuelta, por ser incapaz de dejarme hasta el final. Sentiré el incordio de esa pregunta a la que jamás supe cerrarle el signo de interrogación. Sentiré un qué hubiera pasado si, tan profundo y tan intenso que me mataría si se lo permito. Y ante todo, sentiré que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Seré fuerte. Te haré el favor. Me lo haré a mí. Nadie podrá notar nada. Nadie lo descubrirá jamás, ni me verán derramar una lágrima que se pueda vender como fin publicitario.

No daré un portazo a los recuerdos. Pienso que es mucho tiempo invertido, abrazada a ellos para que cualquier excusa  pueda  pronunciarse, a la espera de que alguien me los adopte, los cuide y les de calor. Son recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas con las que solo podemos sonreír tú y yo, escritas en un idioma que ya nadie práctica, otra lengua muerta de un paladar exquisito.
Los he mimado. Les he dado toda mi mente, y ahora creo que no tengo nada más en qué pensar.

Si algún día se de ti, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intentaste, no pudiste irte tan lejos de  como querías. La segunda, que por mucho que lo deseé, no pude quedarme tan cerca de donde alguna vez fuimos felices. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta –por hacer la lista finita-, que cualquier resta en realidad es una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Ahora siento paz cuando se de ti. Nada me perturba ya. Tú y yo pudimos con todo. Pienso que todo pudo y todo se detuvo, hasta la creación de una utopía absolutamente perfecta que dejamos a un lado.

A partir de ahora, estoy tranquila, porque tú estarás bien. Me conformo con saber  algún día de ti, me conformo con que alguien vuelva a encenderme de felicidad solo con mencionarte, me sobra con saber que algún día tu voz me rozará los oídos y veré tu sonrisa. Esos oídos que se abren cuando se te nombra.
Cuando sé de ti, me hago la tonta y postureo.
Ya casi te he olvidado.
Ya te olvidaré cuando/si me da la gana, y de verdad.

Muchos espejos de verdad.